La diseñadora britanica Anna Bullus aprovechó residuos como la goma de mascar para crear productos, por lo que comenzó a reclicar la goma de mascar.
Hace unos 10 años, Anna comenzó su proyecto al observar una papelera de la calle.
Se puso a examinar algunas de ellas al azar, observando el tipo de cosas que tiraba la gente: desde bolsas de papas fritas hasta colillas de cigarrillos.
Luego pensó en cuáles podían reciclarse.
“Encontré un trozo de goma de mascar y, como diseñadora, me sorprendió por completo que no se estuviera haciendo nada para reciclarla”, le contó la diseñadora.
Investigando la química de la goma de mascar, descubrió que su principal ingrediente, la goma base, es una goma sintética, un tipo de polímero (materiales que se forman por la unión de varias moléculas de bajo peso) similar al plástico.
“Se llama poliisobutileno”, explica Anna. “Lo mismo que te encuentras en el tubo interno de las ruedas de bicicleta”.
Ese material, al que también se le conoce por las siglas PB o caucho butilo, se obtiene de petroquímicos, los cuales son refinados a partir de combustibles fósiles, como el petróleo crudo.
La amenaza para el medio ambiente de las cápsulas de café
Anna se dio cuenta de que los chicles, una vez que son consumidos, pueden convertirse en un material muy útil y versátil.
En busca de chicles usados
Pero, ¿cómo lograr persuadir a la gente de que done sus chicles usados, en lugar de tirarlos a la calle de manera descuidada?
Como parte de su estrategia, Anna creó unos cubos de basura rosas, brillantes y en forma de burbuja a las que llamó Gumdrop, que en español significaría algo así como “deposite sus chicles”.
Los propios cubos están hechos de chicle reciclado y un mensaje colocado junto a ellos explica que cualquier chicle recolectado será usado para crear nuevos objetos.