Hay tanto que Cristo quiere darnos. No hablo de riquezas materiales, sino de bendiciones espirituales, una de las cuales es que podamos conocer la “extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos” (Ef 1.19 LBLA).
Necesitamos el poder de Dios, tanto de manera personal como colectiva. Pero ¿qué se requiere para que su poder sea liberado en nosotros? Creo que la respuesta es la misma ya sea que hablemos de creyentes individuales o de iglesias.
Fe en Dios y en su Palabra. Es esencial creer que las Sagradas Escrituras son del todo verdaderas y suficientes para la vida y la piedad. Cada vez que un pastor o una congregación comienza a cuestionar la inerrancia, suficiencia o claridad de la Biblia, significa que la iglesia ha negado la fuente de su poder.
Dependencia de Dios. El Señor Jesús dijo que aparte de Él, no podemos hacer nada de valor espiritual (Jn 15.5). De hecho, el poder de Dios se perfecciona en nosotros cuando somos débiles y confiamos por completo en Él (2 Co 12.9).
Obediencia. No podemos esperar que el poder de Dios fluya a través de nosotros cuando estamos viviendo en pecado o justificando la obediencia parcial.
Oración. Dios obra a nuestro favor cuando le traemos con humildad nuestras necesidades y nos sometemos a su voluntad.
A veces pensamos que Dios nos da poder para alcanzar metas, pero en realidad, Cristo viene a vivir en nosotros a través del Espíritu Santo. Su poder fluye en nosotros cuando sometemos cada aspecto de nuestra vida a su autoridad —incluyendo nuestros planes, deseos y futuro.