A lo largo de su ministerio, el Señor elogió una y otra vez a personas de fe, y reprendió a otras por carecer de ella. La fe es importante porque es necesaria para la salvación. También es vital después de ser salvos, ya que debemos continuar viviendo por fe con la firme convicción de que Dios
hará lo que ha prometido. Esto requiere que nos mantengamos enfocados en el Señor. Si apartamos nuestros ojos de Cristo y comenzamos a ver las circunstancias, nuestra confianza en Él podría comenzar a tambalearse.
Un buen ejemplo es la experiencia de Pedro cuando caminó sobre el Mar de Galilea. Comenzó confiado, pero tan pronto como apartó la vista del Señor y sintió el viento, el razonamiento humano se apoderó de él. El apóstol pensó: ¡La gente no puede caminar sobre el agua! y su fe vaciló. Somos como Pedro cuando sabemos lo que Dios ha dicho, pero tratamos de añadir nuestra lógica.
Otra razón por la que vacilamos es el hecho de que nos enfocamos en las circunstancias en vez de hacerlo en Cristo, los problemas pequeños pueden parecer enormes y comenzar a dominar nuestros pensamientos. Por eso debemos considerar cada situación a la luz de nuestro gran Dios.
A veces, el problema es que no podemos ver a Dios en nuestras circunstancias. Él ha prometido cuidar de nosotros, pero puede proveer de una manera diferente a la que queremos. O, podemos pensar que el Señor podría no estar en medio de una situación difícil o dolorosa. Pero lo está, y hace todo para nuestro bien si pertenecemos a Él (Ro 8.28).
¿Está usted caminando por fe o confiando en su razonamiento? Caminar por vista trae ansiedad y temor, pero la fe genera una tranquila confianza.