La sabiduría pretende funcionar, en los actos del hombre, como elemento de contención por los años vividos, es decir que siempre se asocia con la edad, como si se estuviese negada a los de menos edad, no menor edad. Pero como todo cambia, un hombre de menor edad que tenga una actitud, que se desenvuelva pensando sus actos, podría llamarse Sabio, que tanto hace falta en estos momentos.
Necesitamos de la sabiduría de todos para salir adelante, primero, en sobrevivirles a esta pandemia del planeta y luego arrancar, en todos los órdenes, para el trabajo o pasar trabajo en el que nos desenvolvemos.
Nunca más que ahora se debe apelar a que si no ponemos de nuestra parte no tendremos tranquilidad en los próximos años ni económica, ni social y menos política, que abarca todas las manifestaciones individuales del ciudadano.
Se necesita de toda la fe en sí mismo que se pueda concebir más en algo superior para no caer en que “de esta no salimos”, cosa que no deja de ser cierta en la misma proporción de superarla.
Cuando la desgracia comienza por la familia, aparentemente sin razón alguna, ese hecho nos hace pensar que estamos en quedar atrapados, momentáneamente, en “¿Ahora y qué? como pregunta sin respuesta aparente cuando no es así. Todas las interrogantes pueden ser contestadas cuando vemos las cosas con sabiduría y la entrega al trabajo de cada quien como lo entienda. En la diversidad es donde radica la esperanza.
La inteligencia siempre termina en sabiduría; pero cuando los tiempos llaman a la sabiduría antes de tiempo es porque la inteligencia podría encontrarse en una situación de paciente delicado, sin que llegue a fallecer. Cada individuo debe plantearse ser sabio para ponderar la vida que está viviendo por el bien de los suyos, su terruño y el prójimo.
Todo acto de vida es sabiduría, y si esa vida busca su pausa, entender su momento se convierte en trascendente y, por ende, ya se está ganando parte de la batalla, que es una forma de sabiduría suprema.
Esta pandemia le vino de golpe a todos los países sin importar cómo la enfrentó o continúa enfrentándola. Todos estamos adoloridos y dolidos, pues hemos perdido cosas, gentes, esperanzas, proyectos, etc. que son irrecuperables en el momento en que se piensan, pero una vez que les apliquemos la sabiduría de la vida en su discurrir de río, terminamos de entender que todo pasa y que hay que seguir adelante.
Eso hay que entenderlo hasta en el momento en que se está padeciendo la enfermedad o el miedo a contraerla, donde todos somos iguales y por “quítame esta paja”, terminamos en una situación inimaginable, que la muerte deja de ser la cura, sino el cómo morirse sin dolor.
Adolecemos de comportamientos y actitudes que nos han hecho ver lo poco sabio en que hemos caído como sociedad e individualidad, sin importar al sector político, económico y social que se pertenezca.
Ante toda esta situación no vale el lenguaje del tigueraje que dice el que está ante un pleito que dizque no se puede barajar, que el que lo provoca. “Dale pa’lante que yo no tengo nada que perder”, cuando lo que está en juego es lo más sagrado para todos que es la vida, y es lo que ha estado pasando con esta sociedad naufraga cuando uno no se oye asimismo, que es el gesto supremo de la sabiduría.
Ante esta pandemia, determinados individuos sin importar su clase social, no han querido entender la magnitud de la situación, sino el buscar joderse, que no basta con que uno se vaya por el hoyo, sino que arrastra a otros, familiares y allegados, y no que él no importa, por supuesto, pero dentro de su cabeza y como entiende la palabra libertad, está coja, ciega y muda, es decir necesita de sus instintos de conservación así mismo, cosa que es mucho pedir, pero no es que no se lo merezca.
La sabiduría es una especie de sentido común ante situaciones similares del pasado, que con nuevas características se presentan en el presente; como no la podemos evitar como se quisiera, con cuidado y obediencia, como quiera se extrae de ella la esperanza de que se saldrá “airoso” para aplicarle la fórmula del olvido momentáneo y salir adelante; pero nada de esto se consigue si la sociedad no se comporta con sabiduría para con la vida de sí mismo y los otros.
Para que de una vez por todas superemos este tiempo de pandemia con sabiduría, aunque sea cojeando de una pata y arrastrando la otra.
El autor es escritor.